Hoy, como suele pasar con estos días de
fiesta, hemos aprovechado para juntarnos a comer en familia. Veinticuatro, para
ser exactos. Hemos vuelto a la casa del pueblo, probablemente sea la última vez
que vayamos hasta la próxima primavera.
Las calles que hace sólo un mes y medio
estaban repletas de gente hoy se veían totalmente vacías. Ya no estaban las
sillas en las puertas de las casas, ni las bicicletas, patinetes, los balones…
Ha sido una comida de esas que se alargan,
con mucho jaleo, muchas conversaciones y alguna que otra foto. Todavía calentaba
un poco el sol, pero aún así, para estar bien dentro de casa hemos encendido la
chimenea.
Por la tarde hemos aprovechado para dar un
paseo. Los paisajes que se veían hoy eran totalmente diferentes a los de los
últimos meses. Las hojas cubrían las calles, parques y caminos. Estaba todo
precioso.
Pronto nos hemos dado cuenta de que se
estaban echando las nubes y cuando aún estábamos disfrutando de la tarde se ha
puesto a llover. Truenos y relámpagos nos han llevado a todos a casa, donde,
gracias a que habíamos encendido la chimenea, se estaba de cine. Cerca del
fuego, secos y oyendo la tormenta, hemos terminado un buen día.
A veces cuando acaba el verano parece que se
nos cae el mundo encima, que el otoño nos trae malos días, que la lluvia y el
frío nos dejan semanas grises… Parece, pero no. El otoño también está lleno de
colores, a veces simplemente tenemos que prestar un poco más de atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario